Diacres

Diácono- Testimonio Trinidad 2009 – en JAMBVILLE

Dany Bille, diácono Montfortain

Mi vida familiar y la espiritualidad monfortiano, nos permitió re-descubrir concretamente el amor de Dios para mí y para los enfermos.
En la escuela maternal de mi hijo mayor, una religiosa me pidió acompañar los jóvenes, cuando estaba un poco alejado de la Iglesia desde que hice la Mili. Luego, es el capellán del hospital Necker que me permitió dar un verdadero sentido a mi oficio de enfermero. A partir de allí, me planteaba con regularidad la pregunta: “¿Señor que esperas de mí?”
Una 1ª vez, saliendo de una misa, el organista me dijo: “Te veo muy bien diácono, porque voy a la ordenación de un compañero”. No sabía lo que era un diácono.
Una 2ª vez mientras me preguntaba durante un encuentro de jóvenes del MEJ, vi a un diácono en el altar; alguien me dijo: “Te gustaría ser ordenado un día?”

  • He descubierto por estas interpelaciones que el Señor necesita de una cooperación por nuestra parte, como necesitaba de una cooperación de la Virgen María. Si no hubiera encontrado el día de la Anunciación una mujer para poner a su disposición toda su capacidad de maternidad, la Encarnación de su Verbo no hubiera podido realizarse. MARÍA nos aprende lo que el Señor espera de nosotros, porque la mismas causas provocan los mismos efectos. Como MARÍA ha hecho al ir a visitar a su prima Isabel, el Señor quiere seguir necesitándonos de la misma manera hoy para anuncia su presencia. Necesita nuestras piernas para ir hacia los demás, nuestros ojos para encontrar a su mirada, nuestras manos para ayudarles, nuestras voces para enseñarles, pero sobre todo nuestro corazón para amarles, como nos ama.
  • He tomado conciencia que CRISTO espera de nosotros una verdadera respuesta a su llamada, lo que le va a permitir venir en medio de nuestro mundo hoy. Y por eso, nos transforma cada uno personalmente, pero también juntos en nuestra vida familiar y eclesial.
  • Para ser enviado, hace falta responder a su llamada para ser comprometido con Él para transmitir su amor a los demás.
  • Para nuestro ministerio de diácono, somos llamados a ofrecernos a su acción; porque es nuestra vida que JESÚS quiere transformar al hacernos participar a una relación más estrecha con Él poniéndonos al servicio de los demás.

 

Hoy, mi vida de diácono entregada a Nuestra Señora, fecunda mi misión cerca de los pobres, de los enfermos, de los desechados que me da de encontrar en mi camino.
Mi relación a la Virgen MARÍA es para mí evidente, en mi amor por mi DIOS a servirle en la sociedad. Este encuentro con MARÍA por los Monfortianos ha desarrollado nuevas etapas en mi vida espiritual.
Delegado diocesano de la Pastoral de los Migrantes en mi diócesis y desde este año cerca de los enfermos, me encuentro regularmente ante los desamparos. Estos desamparos me ponen a cada vez en presencia de un mismo DIOS que se manifiesta sin cesar de otra manera a mí. Estoy siempre despojado ante los que están en desesperanzas porque dependo de las competencias de los demás para ayudarles mejor. El servicio de los demás se hace siempre por el compartir de nuestros dones. Ante estos pobres, estos heridos de la vida, estos buscadores de una vida mejor, DIOS se manifiesta y me desvela a cada vez un poco más de su rostro. Todas estas vidas humanas, al ser encargado de ayudarles en el plan material y espiritual, me ayudan a vivir el Evangelio desde el interior y a dejarme acompañar por MARÍA. Los pobres, el Evangelio y MARÍA forman un todo y son para mí un elemento fuerte de mi vida espiritual. La pobreza marca mi vida y a veces mi carne, pero me fija en la Eucaristía. Y en la Eucaristía, me dejo habitar por mi mismo para dejarme habitar por CRISTO. Él me invita a la acción y a la contemplación.
“Porque está con nosotros como al alba de Pascua,
No fallemos la cita de la Sangre derramada,
Tomamos el pan, bebamos la copa del paso,
Acojámosle que se ha entregado amándonos hasta el final.”

Con MARÍA, mi vida espiritual está fundada en las tradiciones espirituales de la Iglesia Católica que son para mí:

  • La conversión: que supone una cierta ruptura interior con el medio social al cual pertenezco para abrirme a todos los medios. Porque todos poseen unas pobrezas a las cuales tengo que estar atento. Es una nueva experiencia de mi vida.

(Relación con un investigador médico)

  • La gratuidad: que crea un espacio de sencillez del don de mí mismo por mi encuentro con CRISTO. La gratuidad me da un clima propiamente espiritual a mi conversión. Porque se expresa entre otro en la oración, la contemplación, la celebración de CRISTO y en el servicio de mis hermanos.

(Ejemplo de un joven que había hecho una tentativa de suicidio)

  • La gozo: mi gozo no suprime mi sufrimiento pero se opone a la tristeza de los pobres. Dinamiza mi esperanza ante sus sufrimientos. El gozo es para mí un combate espiritual real porque me ayuda a vivir en la gratuidad y el don de mí mismo.

(Aceptación de mis límites)

  • La infancia espiritual: es para mí un estado de vida que me ayuda al desarrollo del SI de mi ordenación, pero también del SI de mi matrimonio. Es un estado de espíritu que engancha mis pasos en los pasos de MARÍA. MARÍA es nuestro modelo espiritual que me invita muchísimas veces a la alegría del corazón, a la sencillez y a la humildad. El hecho de pensar que MARÍA ha dicho Si al ángel Gabriel durante su adolescencia me ayuda a guardar un corazón de niño.

(Una verdadera vida familiar)

  • La comunidad: es verdad que actualmente, encuentro poco la comunidad monfortiana, pero es verdad que es para mí como mi comunidad cristina, el apoyo esencial que me ayuda a pasar las soledades y los sufrimientos encontrados en la vida. Es para mí la cumbre donde voy a JESÚS en una comunión fraternal.

(Hacer aceptar en mi comunidad con mi diferencia cultural)

Estos temas espirituales de la tradición cristiana son los caminos de MARÍA. Caminos que nos invita sin cesar a tomar para darnos a su Hijo JESÚS por el servicio de los pobres y los enfermos. Caminos que alivian las obligaciones de la vida para ir hacia el Resucitado en la Eucaristía.
Mi preocupación y mi compromiso en la Pastoral de los Migrantes y cerca de los enfermos (mi compromiso frente a ciertas pobrezas de nuestra sociedad), encuentran su arraigo en mi vida espiritual vinculada a Nuestra Señora.

Por MARÍA, estoy llamado a convertirme cada día.
Con MARÍA, estoy llamado de darme gratuitamente a JESÚS.
En MARÍA, estoy llamada a estar siempre en la alegría de vivir

Por MARÍA, me encuentro muchas veces en un estado de espíritu de sencillez para vivir mejor mi vida de hombre y de diácono.
Con MARÍA, encuentro en mi comunidad la fuerza de pasar mis momentos de desierto. Pero también la paciencia para escuchar y acompañar con otros los sufrimientos de los pobres.
En MARÍA, estoy convencido vivir en comunión por su comunión por su Hijo con el PADRE en el ESPÍRITU porque, en ELLA puedo ser formado en DIOS al natural. ELLA es este molde de DIOS en quien puedo vivir hoy con todas las razas, las culturas y los capas de la sociedad y en la Iglesia.

Gracias a san Luis María Grignion de Montfort y a su congregación, puedo decir qie he puesto plenamente mi vida entre mas manos de MARÍA para recibirla plenamente de las manos de su Hijo.
Con el Padre de Montfort, mi “saber-estar” y mi “tacto” hacer uno solo en CRISTO porque me da como aire: la pureza, la humildad, la compasión y la ternura de MARÍA que me permiten sacar mi fuerza en el Corazón mismo del misterio de la Eucaristía para no encerrarme sobre mí.
Para vivir mejor mi ministerio en la sociedad y en la liturgia, el Padre de Montfort me devuelve constantemente a La que es su Madre de los pobres y de los que sufren. Ella, quien al pie de la Cruz ha recibido a san Juan como hijo. Me invita a darme enteramente a su Hijo en el sacramento de la Eucaristía y el servicio de los enfermos. Al Mirar a MARÍA, veo el Cuerpo y la Sangre de su Hijo. La Sangre de MARÍA ha alimentado la Sangre de CRISTO; el cuerpo de MARÍA ha hecho crecer el Cuerpo de CRISTO que se nos da en este sacramento de Amor que es la Eucaristía.

San Luis María Grignion de Montfort interceda por nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas de vuestra congregación. Que MARÍA de a la Iglesia de su Hijo muchos servidores del Amor y de la Eucaristía.
 

Consagración a JESÚS por MARÍA

Yo, N. N., pecador infiel,
 renuevo y ratifico hoy en tus manos
 los votos de mi bautismo;
 renuncio para siempre a Satanás,
 a sus pompas y a sus obras
 y me consagro totalmente a Jesucristo,
 la Sabiduría encarnada,
 para llevar mi cruz en su seguimiento
 todos los días de mi vida
 y a fin de serle más fiel
 de lo que he sido hasta ahora.
 Te escojo hoy,
 en presencia de toda la corte celestial
 por mi Madre y Señora.
 Te entrego y consagro,
 en calidad de esclavo,
 mi cuerpo y mi alma,
 mis bienes interiores y exteriores
 y hasta el valor de mis buenas acciones
 pasadas, presentes y futuras.
 Dispón de mí y de cuanto me pertenece,
 sin excepción, según tu voluntad,
 para mayor gloria de Dios
 en el tiempo y la eternidad.