IIª. ETAPA

CONOCERSE A SÍ MISMO

 

35. Objetivo: La preparación a la consagración en esta segunda etapa nos invita a conocemos a nosotros mismos, nuestras sombras y nuestras luces, a fin de que, consagrándonos a El, dando el primer puesto en nuestra vida al fulgente Rey eterno, al verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles: El esclarezca las tinieblas del pecado, nos arranque de los vicios y de la oscuridad del mal, nos restituya a la gracia, al ámbito de su santidad (ver Pregón pascual).

Esto hemos de hacerlo en un ambiente de oración, de apertura a la acción del Espíritu Santo, autor de toda nueva creación, y con la mirada fija en María, modelo acabado de perfecta docilidad. Por esta razón, el P. de Montfort nos recomienda algunas oraciones, tales como la invocación y las letanías del Espíritu Santo, el Ave, Maris Stella y las letanías de la Santísima Virgen María.

A) ME CUBRE SU MIRADA CREADORA

36. El Salmo 138 (139) complementa de manera maravillosa el relato de los dos primeros capítulos del Génesis, sobre la acción creadora de Dios. En mi calidad de ser humano, soy la obra maestra, obra portentosa del Creador, hecha a imagen y semejanza suya. El Señor me ha modelado entre sus manos amorosas. Por eso me sondea y me conoce hasta en lo más recóndito de mi ser. Para El no hay secretos en mí. Penetra mis pensamientos. Conoce mis intenciones. No hay ninguna posibilidad de engañarlo.

Señor, tú me sondeas y me conoces:
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos percibes mis pensamientos,
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares (vv 1-4).

37. Su amor por mí es tan extraordinario y delicado que parece como si me tuviera en el cuenco de su mano: me sostiene y me guarda de todos los peligros. Mientras todos los demás pueden cansarse y efectivamente se cansan, Dios no se cansa conmigo. Su mirada me envuelve por todas partes. Aunque, como en un juego de infancia a las escondidas, quisiera escapar a ella, no lo podría. No hay lugar alguno que pueda ocultarme pues para Él no hay tiniebla ni noche, ni distancia ni duración.

Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu mano,.
tanto saber me sobrepasa...
¿A dónde iré lejos de tu aliento,
a dónde escaparé de tu mirada?
Si escapo al cielo allí estás tú,
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el filo de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha... (vv 55-23).

38. Mi creador, mi autor, mi artífice es quien, con delicadeza divina, me ha ideado, me ha formado y me acoge siempre. Cuanto soy y cuanto tengo, física, intelectual y espiritualmente, es fruto de su amor creador, de su mirada, pues su mirada es mirada de amor; mirada creadora que, a cada instante continúa creándome.

Tú has creado mis entrañas
me has tejido en el seno materno...
Tus ojos veían mi embrión.
mis días estaban modelados... sin faltar uno...
¡Qué incomparables encuentro tus designios (vv 13.16.17).

Ante esto, no puedo quedarme mudo. Mi voz debe proclamar .sus grandezas y prorrumpir en una sentida acción de gracias. Mi corazón tiene que aborrecer al hombre malvado, es decir, el mal que hay en mí y fuera de mí, y que me lleva a separarme de quien no es sino amor y bondad y vida (v 14-24).

Para la contemplación:
" ¿Soy consciente de ser obra salida de las manos amorosas de Dios?
" ¿Cómo estoy correspondiendo a este detalle de su amor?

Súplica: ¡Que yo me reconozca como obra de tu amor, Señor!

B) YO, PECADOR PERDONADO

39. Sí, soy obra portentosa salida de las manos del Creador. Soy la síntesis de todas las perfecciones de la creación. Y, sobre todo, soy imagen y semejanza suya. Por desgracia, el mal, que es una triste realidad, impone su presencia en el universo y llega hasta mí. Ese mal se opone al amor de Dios a sus criaturas, al amor que él me tiene. El mal es una potencia maléfica que entró en el mundo con el primer hombre, y, desde entonces, reina sobre todos los humanos, atiza sus pasiones, los separa de Dios y les causa la muerte. Y esa potencia maléfica es una realidad también en mí.

Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y la muerte se propagó a todos los hombres, dado que todos pecaban... (Rm 5,12).

40. El pecado es un poder opresor que busca oponerse a la Luz que ha de iluminar a todo ser humano. Se opone a la Vida y opta en favor de las tinieblas, de la muerte, y rechaza la Verdad y oprime al pecador. Yo no escapo a esa realidad. También yo me opongo a la Luz, a la verdadera vida. Siendo yo de los suyos, me niego a recibirla.

Al principio ya existía la Palabra... Y la Palabra era Dios... Ella contenía vida y esa vida era la luz de los hombres; esa luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han comprendido... La Luz verdadera, la que alumbra a todo hombre, estaba llegando al mundo... El mundo no la conoció. Vino a su casa, pero los suyos no la recibieron,..(Jn 1,lss; 8,45).

41. Es preciso que humildemente reconozca yo que ese poder perverso también me oprime a mí, igual que a todos los hombres y mujeres. Soy pecador. He pecado. En la culpa nací pecador me concibió mi madre (Sal 50). Con el apóstol Pedro podría exclamar: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador o con el publicano allá en el fondo del templo: Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador.

Sí, soy pecador.. Pero, pecador perdonado, lavado, purificado por la sangre de Jesucristo. La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado (1 Jn 1,7). Perdonado como el publicano, como Leví, como Zaqueo, como el hijo ingrato que dilapidó todo su haber viviendo licenciosamente; o como la mujer adúltera: ¿Nadie te ha condenado?.. Yo tampoco te condeno.

Ver algunas parábolas:. Hijo pródigo (Lc 15,11-31); Mujer adúltera (Jn 8,1-11).

Para la contemplación:
" ¿Qué sentimientos produce en mí la realidad del mal universal? Cómo reacciono frente al pecado, a mi propio pecado?
" ¿Qué me inspira el hecho de ser un pecador perdonado?

Súplica: ¡Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador!

C) YO, NUEVA CREACIÓN

42. Lejos de Dios todo envejece como un vestido, nos dice la Palabra de Dios (ver Ecclo 14,17; Is 50,9; 51,6). Por el contrario, en Dios todo se renueva (ver Ap 21,5).

El ha querido realizar una nueva creación en Cristo (ver Rm 8,18-23). Nueva creación anunciada desde antiguo, Is 41,20, bajo figuras diversas tales como: Cielos nuevos y tierra nueva (Is 65,17; 66,22). Nuevo David y nuevo templo (Ez 34,23; 40,43). Nueva Jerusalén. "Nueva alianza" fundada en el amor eterno de Dios (Jr 31,23; Is 54,11-17; 55,3; Lc 22,20; Heb 10,19; Ap 3,12); sellada en la cruz y en la Eucaristía por la sangre de Jesucristo (Heb 9,15; 12,24); regida por una nueva ley escrita en los corazones (2Co 3,3; ver Jer 31, 31-33;Ez 36, 22-27).

43. Ley que es un precepto siempre antiguo y siempre nuevo, el del Amor (lJn 2,7s; Jn 15,12; 13,34). Ley que supone una nueva enseñanza (Mc 1,27).

Esto, porque el Señor quiere hacer de todos, hombres y mujeres, una nueva creación, un Hombre Nuevo, de manera que a través de su renovación se realice la renovación de todo el universo (Rm 8,19; 2Pe 3,13) y por consiguiente, la dedicación, la consagración total del universo y del hombre a Dios.

Esta obra solamente podía realizarla el Nuevo Adán, Cristo, cabeza de la humanidad renovada (Ef2,15). Y por cierto Él la realizó en justicia, santidad y verdad (Ef 2,15). En El, llega a ser el cristiano nueva creación (2Co 5,17; GI 6,15). Y esto, gracias al nuevo nacimiento por el Bautismo, por el agua y el Espíritu Santo (Jn 3,5; Tt 3,5).

44. Este "llegar a ser" supone:
" un proceso" de crecimiento diario (2Co 4,16);
" un irse despojando del hombre viejo (Col 3,10; Ef 4,22s);
" un ir restaurando la imagen del creador (Rm 13,14);
" un ir buscando continuamente las cosas de arriba donde está Cristo (Col 3,1).

Y, todo esto, por obra del Espíritu Santo (Rm 8,1-16; GI 5,16.25).

Demos gracias a Dios Padre que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. El nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados (Col 1,12ss).

Para la contemplación:
" ¿Estoy correspondiendo a Dios que quiere de mí una nueva creación?
" ¿Qué significa para mí: buscar las cosas de arriba?
" ¿Qué relación tiene esto con la consagración?

Súplica: ¡Crea en mí, Sefior, un corazón puro!

D) MI VOCACIÓN VERDADERA ES LA SANTIDAD

45. Al inicio de su maravillosa obra El Secreto de María (que es un secreto de santidad) el P. de Montfort nos dice: "Hermano, creado a imagen y semejanza de Dios y salvado con la sangre preciosa de Jesucristo, Dios quiere que te hagas santo como Él en esta vida y participes de su gloria en la eternidad. Tu verdadera vocación es adquirir la santidad. A ello debes orientar todos tus pensamientos, palabras y obras, los sufrimientos y aspiraciones de tu vida" (SM 1).

Este objetivo solamente se logrará a través de .la nueva creación realizada por Dios. Él nos libera de las ataduras del pecado, de la esclavitud del mal y nos eleva y vincula, de manera extraordinaria, al misterio de su divinidad, de su santidad.

46. Para hacemos santos, Dios ha querido adoptamos como hijos suyos, de tal manera que podemos dirigimos a Él como a nuestro Padre: Padre nuestro (Mt 6,9). A todos y a cada uno, en la persona de Cristo, el Padre nos dice: Tú eres mi hijo muy amado en quien me complazco (Mc 1,11). Esta hermosa realidad obedece a un designio misterioso, insondable del amor misericordioso de Dios. Constituye una bendición que sólo puede provenir de Él. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesús-Mesías, que, por medio del Mesías nos ha bendecido desde el cielo con toda bendición del Espíritu. Porque nos eligió con Él antes de crear el mundo, para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por el amor.. destinándonos ya entonces a ser adoptados por hijos suyos por medio de Jesús el Mesías (Ef 1,3-6).

47. Esta nueva creación nos hace hermanos de Cristo, el Hijo eterno de Dios, gracias a un nuevo nacimiento. Te aseguro que, si uno no nace de nuevo, no podrá gozar del reinado de Dios... A menos que uno nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: Tienen que nacer de nuevo... (Jn 3,3ss). Jesús no se avergüenza de que seamos sus hermanos. Al contrario.

48. No tiene él inconveniente en llamamos hermanos, cuando dice: Contaré tu fama a mis hermanos... Aquí estoy yo con los míos, los que Dios me ha dado (Hb 2,11).

Y si hermanos, también coherederos (Rm 8,11-17). Por consiguiente mucho más vinculados a Él que lo que podemos estarlo con los hermanos según la carne.

Gracias al nuevo nacimiento, podemos vivir la experiencia del Espíritu. Es decir, de una experiencia sellada por el pecado y la muerte pasamos a una vida nueva. La novedad del Espíritu sucede a la esclavitud y vetustez del mal; a la ley de la carne, la ley del Espíritu. Los frutos del Espíritu sustituyen a las obras de la carne (ver Gl 5,19s). Ese nuevo nacimiento nos hace templos del Espíritu Santo. No sabéis que vuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo? Nos hace morada de la Santísima Trinidad. El que me ama guardará mis palabras y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14,23).

Para la Contemplación:
" ¿Estoy cierto de que Dios me llama a la Santidad?
" ¿ Qué repercusiones tiene en mi vida el hecho de ser hijo del Padre, hermano de Cristo y templo del Espíritu Santo?

Súplica: ¡Santifícame, Señor! ¡Haz mi corazón semejante al tuyo!