Ecuador

LA ITINERANCIA: UNA AVENTURA POR DESCUBRIR (EIV)

Maritza - Equipo Itinerante de la Visitación

¿Escribir…. Es un deber, un placer, una necesidad o una aventura?

Mi nombre es Maritza, soy peruana y soy parte del Equipo Itinerante de la Visitación (EIV). Empecé  este camino, con mucho de aventura, ya que mi conocimiento de la itinerancia era nulo. Hoy después de hacer y compartir un camino con dos grandes personas: Trini y  Paco, grandes amig@s, grandes compañer@s, doy gracias a Dios por la posibilidad de vivir este estilo de misión. No ha sido para mí un proceso tan fácil como pensé  dada “mi experiencia”. Sin embargo gracias a Dios y a mi Equipo he podido seguir caminando con franca alegría y confianza.
Esta es mi historia. En octubre del 2007 recibí la invitación de Paco a vivir la experiencia de misión itinerante. La idea me resultó desde el inicio muy atractiva, porque me permitiría retomar sueños postergados. Debo confesar que todo mi ser vibró ante esta posibilidad. Sin embargo, para no caer en decisiones apresuradas opté por meditarlo y orar, puesto que era un proyecto de Dios quien mejor que Él para iluminar mis pensamientos y purificar mis intenciones.
Pasaron los meses y con la certeza de hacer misión, fui acomodando mis actividades cotidianas, ahora mirando atrás veo que ya el Señor me iba preparando. A mi familia y amig@s les comunicaba con gozo mi decisión. Unos se alegraban conmigo, otros decían que estaba loca que en esta etapa de mi vida ya no era tiempo, y yo sólo respondía: si no es ahora ¿entonces cuándo? Al ver que no me convencían optaron por apoyarme.
Siento la necesidad de comunicar que ser misioner@ a ejemplo de Francisco o de Montfort, como lo he ido aprendiendo en este tiempo es la itinerancia. Estos buenos hombres buscaron ser fieles al ejemplo dejado por el Maestro y nos dejan esta herencia a tod@s l@s cristian@s.
Desde hace varios años vivir la misión ha sido un anhelo constante, Dios me ha regalado la oportunidad de hacer realidad este anhelo de formas diversas. Sin embargo, como misionera laica, la itinerancia me era desconocida.
Durante muchos meses busque conocer a través de las letras, de las palabras de personas que la habían vivido, lo que la itinerancia podía y puede significar, más sólo el día a día me ha ayudado a comprender y valorarla.

Trini y yo, viajando por el río San Miguel. Vereda El Azul.

A fines de agosto de 2008, nuestro equipo, se aventuró –porque no conocíamos la zona- a desarrollar la misión itinerante en la diócesis de Mocoa Sibundoy, departamento del Putumayo en Colombia. Nuestra meta, llegar a las veredas de la frontera colombo ecuatoriana, tanto las de los ríos Putumayo como del San Miguel. Con mucho entusiasmo aunque no sin cierto temor, empezamos, pero, lamentablemente ingresar a las veredas no sería tan fácil, no tanto por la necesidad que se vive en la zona (falta de trabajo, pobreza, ), sino más bien por la violencia producto de los enfrentamientos entre las fuerzas militares, los paramilitares y la guerrilla.
El departamento del Putumayo que casi en su totalidad pertenece a la diócesis de Mocoa Sibundoy, a lo largo de los años ha sido y sigue siendo lugar de presencia guerrillera (FARC) y por lo mismo de enfrentamientos teniendo a los pobladores como mudos testigos.
Pero volvamos a la misión itinerante, ser itinerante es recuperar la sencillez del encuentro con el otro o la otra, tal como hacia Jesús, suena tal vez muy pretensioso, ha significado para mí, estar y compartir con la gente pero sin instalarse, sin acomodarse y menos posesionarse, hacerse uno o una con el otro u otra, esto es aparentemente fácil, sin embargo aquí nos encontramos con un otros con costumbres y cultura diferentes, exigiendo de nosotros tolerancia, mucha libertad y sencillez de corazón. Tampoco ha sido fácil el cambiar de ritmo, una cosa es vivir en la ciudad, donde todo es tan cronometrado, y otra vivir en el campo en la selva el monte, donde ni la prisa ni el reloj te juzgaran por quedarte a conversar con el o la vecina.


El EIV evaluando con P. Leonel Cartagena, vicario general de la diócesis.


La chiva, un medio de transporte popular.


 Trini dirigiendo la celebración de la Palabra. Vereda La Paz.


Los niños son infaltables. Vereda San Ignacio 


 En el extremo derecho, caseta comunal. Vereda Puerto


El río lugar de aseo y diversión.

  Visitar las veredas (comunidades) siempre estando de paso, un día, una semana, tal vez un mes, con el único objetivo: Visitar. Para nosotr@s visitar es compartir: casa, comida, descanso, es alegrarnos con sus gozos, sufrir con sus tristezas, es escuchar, es orar. Es lavar la ropa o bañarnos en el río, es dar de comer a los marranos, hasta llenarse de pucas (ácaros diminutos)…. es tomar agüita de panela.

En las veredas casi nunca fuimos los tres juntos para no ser un problema en las comunidades sea por la alimentación sea de espacio. Generalmente Paco iba solo, Trini y yo juntas. Algunas veces fuimos sol@s, pero raramente. El medio de transporte más utilizado fue el número 11, o sea a pie, también algunas veredas ofrecieron mulas o caballos. Otras veces fuimos en bote, pero el costo y disponibilidad de combustible era un inconveniente para la gente que pagaba este servicio.
La erradicación de la coca y encima el problema de las pirámides fue fatal para las veredas, para la gente en general, que se quedó sin recursos. No es fácil creerlo pero es verdad.

     ¿Por qué di es algo tan sencillo me resultó tan difícil vivirlo? Será tal vez porque… la itinerancia es no saberse autosuficiente sino vulnerable o débil, sin seguridades (casa, comida, cama), pero por lo mismo con la confianza puesta en Cristo, que se va manifestando en las personas puestas en nuestro camino.
Digo que la itinerancia es una aventura por descubrir o redescubrir porque habrá muchas personas que como yo no la conocen y otras que tal vez la olvidaron o la perdieron en el torbellino del hacer; a ell@s yo les invito a regalarse la oportunidad de una gran aventura, un gran sueño de la mano de Cristo Itinerante.

 

Atrévete a soñar

y descubrirás un mundo nuevo

en tu vida.