Los diaconos

Para nosotros diáconos,
vivir en y con la Espiritualidad Monfortiana

Dany Bille, diácono

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Para vivir bien en la Espiritualidad de san Luis María Grignion de Montfort; diáconos, tenemos que profesar una real consagración como lo ha pedido a los miembros de su congregación.

Sus obras no dejan de alimentar nuestras misiones de servidores en medio de los hombres, como la Palabra de Dios alimenta y transforma nuestras vidas de bautizados. Esta consagración a JESÚS Sabiduría Encarnada por MARÍA ratifica y renueva las promesas de nuestro bautismo para “darnos enteramente a JESUCRISTO, la Sabiduría encarnada, para llevar nuestra cruz tras él todos los días de nuestra vida a imagen del P. de Montfort.

El día de nuestra ordenación, hemos respondido: “Sí, lo quiero” al obispo cuando nos preguntó: “¿Queréis, como dice el Apóstol, guardar el misterio de la fe en una conciencia pura, y proclamar esta fe por la palabra y los actos, fiel al Evangelio y a la tradición de la Iglesia?” Y concluye esta primera parte de nuestro compromiso con esta oración: “Hermanos, con todos los santos que intercedan por nosotros, confiamos a la misericordia de Dios aquél que ha elegido como diácono: pidámosle derramar sobre ………. Los dones de su Espíritu.” Muchos santos y particularmente san Luis María Grignion de Montfort, nos ha mostrado por el Evangelio, que para ser fieles a nuestra fe, tenemos que ir a JESÚS por MARÍA. San Pablo en la carta a los Hebreos, nos pide recordarnos y seguir los que nos dirigen en el buen camino al encuentro de CRISTO. La tradición de la Iglesia despierta también en nosotros la escucha y la obediencia a JESÚS cuando en Cana, MARÍA nos dice: “Haga todo lo que os diga” (Jn 2, 5)

Diáconos en medio del mundo, somos conscientes a partir de encuentros de lo que está opuesto al Espíritu de JESÚS y a la Iglesia en nuestro mundo de hoy. Por la oración de san Luis María Grignion de Montfort, pedimos humildemente al Señor y a María, liberarnos de nuestros fallos para ir a lo esencial de nuestra devoción y entrar en una vigilancia espiritual real.

Lo esencial de esta devoción consiste en lo interior que debe formar. Consiste pues a darse entero a la Santísima Virgen, para estar enteramente a JESUCRISTO por Ella. Eso no significa que el diácono debe alejarse de su esposa con la cual se ha comprometido, en el sacramento del matrimonio. Al contrario, debe vivir su amor en la verdad, que no es primero en un sentimentalismo por actos sexuales. Un matrimonio cuyo esposo es ordenado diácono, ¿no puede tomar la decisión de dominarse uno y otro en una relación física? ¿Y vivir una verdadera castidad interior y exterior dándose a JESÚS por MARÍA por la consagración del P. de Montfort? Esta elección no puede ser solo un deseo y una aplicación para el matrimonio que lo desea. MARÍA, al vivir con José su esposo, ha mantenido su compromiso.

Pienso que por esta consagración, Dios nos hace entrar en una relación particular con Él con este gran privilegio. Y esto, para permitirnos servirle sirviendo a nuestros hermanos en una verdadera castidad y una humildad real a imagen de san Luis María Grignion de Montfort nos invita a esta misma sumisión a Dios. Diáconos Monfortianos, llamados a evangelizar por la Palabra de CRISTO, tenemos que dejarnos crecer por María.

Enviados por la Sabiduría con MARÍA, estamos invitados a una vida espiritual real para estar en comunión en la Iglesia en medio del mundo. Diáconos Monfortianos, estamos llamados a servir a CRISTO en el mundo y buscamos llevarle no solo orando a MARÍA, sino consagrándonos a JESÚS por Ella como lo ha hecho el Padre de Montfort y como lo hacen todos los miembros de la Congregación. En el Tratado de la Verdadera Devoción, san Luis María de Montfort, nos invita a esta consagración diciéndonos: “Cuanto más Dios encuentra en un alma a María, su querida e indisoluble Esposa, tanto más poderoso y dinámico se muestra el Espíritu Santo para producir a Jesucristo en esa alma y a ésta en Jesucristo” (VD 20). Por ella nos necesita para actuar. “Por medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros, les comunica sus virtudes y les distribuye sus gracias. María constituye su canal misterioso, su acueducto, por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias” (VD 24).

Nuestra consagración a MARÍA nos ayuda a llevar nuestra humanidad en el corazón de JESÚS de Misericordia.

 

 

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En 1992, el Papa Juan Pablo II ha dicho esto a los obispos de Francia hablando del diaconado: (Pablo VI ha presentado el sentido de esta vocación específica: el diácono es “en cierta manera interpreta unas necesidades y unas aspiraciones de las comunidades cristianas, animador del servicio o ‘diaconía’ de la Iglesia cerca de las comunidades locales, signo o sacramento de CRISTO mismo que ‘no ha venido para ser servido, sino para servir’. Sin substituirse ak sacerdote, este colaborador del obispo recibe particularmente el cargo de servir, como CRISTO SERVIDOR: servir a la asamblea litúrgica, servir a los pobres, sevir a la comunidad en las misiones que le precise. Es signo de la Iglesia Servidora en medio de los hombres… Diréis a los diáconos de su país que rindo homenaje a su generosidad y que oro al Señor por la fecundidad de su misión.)
Para interpretar las necesidades y las aspiraciones de las comunidades, tenemos que ser signo de Cristo poniéndonos en sus pasos y penetrándonos de su Palabra. Para obrar bien en el mundo, puede haber una verdadera vida sin vivir el Evangelio. Por su vida, el P. de Montfort nos invita a perseverar en el conocimiento de CRISTO y de su Evangelio. Por sus obras, san Luis Grignion de Montfort nos muestra que la Santísima Virgen es el perfecto camino que nos hace ser el signo de CRISTO en medio del mundo. “Por medio de la Santísima Virgen María vino Jesucristo al mundo y también por medio de Ella debe reinar en el mundo.” (VD 1) Necesitamos una devoción particular a la Virgen para interpretar lo mejor posible las necesidades y las aspiraciones de nuestras comunidades. Sentimos la necesidad de llevar el Evangelio, no solo fuera de nuestros países, sino mucho dentro mismo de nuestros países. Nuestros países se diversifican por sus culturas, sus religiones, sus barrios, su envejecimiento por algunos, sus nuevas evoluciones de la juventud…

¿Cuáles son pues las pobrezas con las cuales nos codeamos en este siglo XXI?
Las familias – La juventud – Los migrantes – las personas mayores y aisladas – los enfermos…

¿Cuáles son pues las misiones que tenemos que desarrollar hoy?

Las familias:
Ayudar a las parejas para consolidar el pilar de nuestra humanidad.
Las parejas necesitan no solo fundaciones humanas, sino también espirituales para re-descubrir el “SÍ” que han pronunciado durante su compromiso en el sacramento del matrimonio. Buscan acompañamiento para ayudarles a atravesar sus dificultades, dar sentido y visibilidad al amor. Los esposos necesitan apoyarse para avanzar juntos en este camino de confianza y de esperanza del cual Dios es la fuente de su amor.
Muchas parejas tienen miedo de perecer y naufragar. Desean ser fieles a su compromiso, por ellos mismos y por el bienestar de sus hijos. La inestabilidad de las parejas es un drama en nuestra sociedad de hoy. Las cuentas son múltiples, pero la fidelidad es una ventaja de reflexión y de meditación para reparar las pérdidas del compromiso duradero. No solo tenemos que acompañar a los novios para hacerles descubrir la alegría que es don de Dios. Porque la alegría invade el cuerpo y el alma en un amor hermoso. La alegría permite superar las escalas de las dificultades cotidianas de la pareja. La alegría es uno de los elementos de un amor verdadero y fiel.
María es la Virgen fiel, que por su fidelidad a Dios repara las pérdidas que la Eva infiel causó por su infidelidad, y alcanza a quienes confían en Ella la fidelidad para con Dios y la perseverancia. Por esto, un santo la compara a un áncora firme, que los sostiene e impide que naufraguen en el mar tempestuoso de este mundo, en donde tantos perecen por no aferrarse a Ella: ‘Atamos ‑dice‑ las almas a tu esperanza como a un áncora firme’.”

La Juventud:
Discernir las esperas de los jóvenes para ayudarles a desarrollar su futuro.
Muchos de los jóvenes se ven inútil cuando se sienten rechazados. Cuando si, nuestras miradas son preciosas, se sienten mejor en confianza. Si se ven reconocidos y apreciados, eso les tranquiliza y les permite aceptarse tal como son. Necesitan sentirse protegidos para regir mejor su angustias, sus momentos de depresión y de soledad. Muchos resienten una violencia real en ellos y la derraman fuera de ellos, en su propia familia, en sus barrios…
Como todo ser humano, los jóvenes estarán en la confianza y la aceptación de ellos mismos, si reciben la acogida y el amor de los adultos. Hoy, necesitan más que nos demos a ellos para que descubran los dones que son los suyos y las llamadas que Dios les hace. “Alégrate, mozo, en tu juventud, ten buen humor en tus años mozos, Vete por donde te lleve el corazón y a gusto de tus ojos; pero a sabiendas de que por todo ello te emplazará Dios a juicio. Aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne, pero juventud y pelo negro, vanidad. Acuérdate de tu Creador en tus días mozos…” (Eclesiastés 11)
Por nuestra vida de bautizados y de misioneros, “Espíritu Santo, acuérdate de producir y formarhijos e hijas de Dios con María,tu divina y fiel Esposa.Tú formaste con Ella y en Ellala Cabeza de los predestinados.Con Ella y en Ella debes formar” a nuestros jóvenes (SMM 15)

Los migrantes:
Compartir nuestras diversidades culturales, cultuales… Desarrollar el vivir juntos.
La migración es una suerte para la misión. “Era un forastero y me acogisteis…” (Mt 25, 35) Ante la progresión de las poblaciones forasteras, somos llamados a animar unas iniciativas que permiten a los migrantes que lo deseen, e
Arraigarse en una cultura que descubren, comunicar su deseo, expresar su fe. Se nos plantea una pregunta: ¿Cómo enriquecernos de la cultura del forastero?
Mons. Albert ROUET nos propone dejarnos formar por el Evangelio si queremos dialogar con los demás. “Si queremos de verdad dialogar con los demás (los extranjeros), dejarnos formar por el Evangelio y seremos entonces aptos a comprender. Porque CRISTO nos habrá “desoccidentalizados”, nosotros como cristianos, seremos capaces de comprender otras culturas que vienen también del corazón de África como de Extremo Oriente. Sino, ¿quién dialoga en nosotros? ¿Es la occidentalización de la fe? FO es de verdad el Evangelio?
En la verdadera Devoción, el P. de Montfort nos invita a esta misma calidad de reflexión dejándonos guiar por MARÍA. “Hay que realizar las propias acciones por María, es decir, es preciso obedecer en todo a María, moverse en todo a impulso del espíritu de María, que es el Santo Espíritu de Dios.” (VD 258)
Este enriquecimiento de la cultura del otro solo puede ayudar a la Iglesia a crecer en un vivir juntos de verdad y en el tiempo. Necesitamos unos puntos de atención en nuestras acciones para con unos migrantes que están en una gran pobreza. Como todos los bautizados, Dios les llama por su nombre y nadie debe ser olvidado. “La Sabiduría entra en el alma del servidor de Dios, Moisés, que hizo frente a reyes temibles con sus prodigios y señales… Dio a los santos la recompensa de sus trabajos y los condujo por un camino maravilloso.” (ASE 49)

Las personas mayores y aisladas:
¿Cómo estar o entrar en la esperanza para dar sentido a la vida?
Reunidos en Lourdes en noviembre 1999, los obispos de Francia nos decían esto: “Es vital para los cristianos asociarse, para encontrar juntos las palabras, los gestos, las actitudes que expresan la vida nueva en CRISTO.” Estamos invitados a profundizar unas perspectivas por el bien de nuestros hermanos y hermanas mayores. Sentimos la necesidad de trabajar la intergeneración porque cada vez m{as, unas personas mayores están aisladas por múltiples razones. He aquí un nuevo vivir juntos para permitir a nuestros mayores vivir en la esperanza, la confianza y la serenidad. Porque la vejez no es una enfermedad sino la cuarta etapa de la vida. Nos acerca a nuestras debilidades, pero nos permite estar de pie si vivimos juntos en la esperanza.
“Porque está con nosotros en nuestros días de debilidad, no esperemos estar de pie sin llamarle. Aligeramos el paso, dirijamos hacia Él nuestra paciencia. ¡Descubrámosle escondido en en corazón del mundo como un fuego! (Himno del breviaro)
Durante un encuentro al entrar en su centésimo año, Sor Emmanuel dijo: “He entrado en la gran vejez. Desde ahora mi vida depende de los demás. Si queremos el Todo, tenemos que aceptar el Nada, y dejarme hacer por el amor de Dios por el servicio de los demás.”
“Señor, Señor, te pido la humildad verdadera, a fin de que te rinda una gloria sincera; haz que tomando puesto en medio a los postreros, me encuentre yo por graciaun día entre los primeros.” (Ct. 8, 41)

Los enfermos:
Servir juntos la presencia de Dios en el hombre que sufre.
En Poitiers, todos los pobres enfermos han encontrado en el P. de Montfort esta particularidad que fue la suya. Visible, era muy sensible a esta palabra de CRISTO: “Estaba enfermo y me visitasteis.” Por esta palabra, JESÚS nos muestra que entre salud y salvación, existe un vínculo que está confiado a nuestra responsabilidad. Este vínculo es el servicio de los enfermos que, para todos los que lo ponen en obra es una verdadera “Escuela de Sabiduría.”
En los medios profesionales de salud, existe un vínculo real entre la salvación y la salud cuando estamos atentos a la Palabra de Dios. Esta Palabra que se nos confía, nos invita a entrar en la Escuela de la Sabiduría de CRISTO y de MARÍA, porque estaba al pie de la Cruz y participaba no solo al sufrimiento de su Hijo, sino también al sufrimiento de nuestra humanidad. Esta Palabra nos invita también a imitar a CRISTO y nos forma como visitadores y servidores de los enfermos. Visitadores, somos la Iglesia, la Iglesia en actitud de servicio, enviada en misión cerca de los enfermos, de las personas mayores, aisladas… como cerca de todos los pobres. Es la continuación del proceso de Dios, su proceso personal por nosotros. Al poner su congregación en marcha, el P. de Montfort da unas reglas para el servicio de los enfermos escribiendo eso: “El cuidado de los pobres –enfermos o no, incurables o no- dentro o fuera de los hospitales; otras, finalmente, pueden dirigir las casas de retiro a donde las llamen.” (RS 1) Estas reglas se adapta bien a nuestro mundo de hoy. Sí, estamos cada vez más ante no solo una falta de personal, sino también de acompañadores cerca de los enfermos y los abandonados en nuestra sociedad. Servir a los enfermos es también una verdadera Escuela de la fe. Un enfermo es para nosotros una camino privilegiado de la llamada del Señor a amarle, Él el Dios de la Misericordia. El enfermo nos transmite la búsqueda del Dios-Amor. Es para cada uno de nosotros un real camino de fe. Camino que nos hace descubrir el corazón del otro para ir a lo esencial. Entonces, pongámonos a su servicio como nos lo pide san Luis María Grignion de Montfort y la Beata María Luisa de Jesús.

¿Existen nuevas pobrezas en nuestro mundo de hoy?
Si las hay. ¿Cómo activar nuestras palabras por actos?

Conclusión:
Nuestro horizonte es servir a Dios en los hombres; servir a los más pequeños, los pobres, los enfermos… para poner la esperanza en su propio recorrido. Servir al otro, es servir la Revelación. Personalmente, tenemos que sumergirnos en esta Revelación, pero también invitar a hombres, a mujeres y a jóvenes cualquiera que sea sus recorridos o su estado de vida, a descubrir esta Revelación, porque: “la mies es abundante y los overos pocos.” Nuestra misión es pues abrir las puertas de la Iglesia al mundo y llevar el mundo al corazón de CRISTO por la ternura de MARÍA.
MARÍA, eres la quien por Dios ha enviado a su Hijo hasta nosotros.
MARÍA, eres la por quien JESÚS comienza su misión. “Les falta vino”
MARÍA, eres la que nos dice hacer todo lo que nos diga.
MARÍA, eres la que nos pone en el camino de la Cruz como has seguido a tu Hijo.
MARÍA, eres la que nos pone al pie de la Cruz para vivir con tu Hijo tomándote en nuestra casa.
Como san Luis María Grignion de Montfort nos lo pidió:
“Señor, da a los Diáconos Monfortianos y a toda su congregación, la Sabiduría que está sentada cerca de ti en tu trono.
Te la pedimos con una fe viva y firme, sin dudar.
Te la pedimos con una fe pura y con perseverancia.
Te la pedimos sin cansarnos y sin disgustarnos.

Señor misericordioso que ha hecho el universo por tu Palabra, fórmanos por tu Sabiduría en la piedad, la justicia y una rectitud de alma. Hazla descender de los cielos santos, del trono de tu gloria, digna enviarla, para que Ella se canse a nuestro lado y que reconozcamos lo que te gusta. Ella sabe y comprende todo, Ella nos guiará en nuestras conductas con medida y Ella nos protegerá por tu gloria.”