“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mateos 25, 31-40)
“¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: « Tengo fe », si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe?... la fe, si no tiene obras, está realmente muerta.” (Sant 2, 14-17)
Salvados en la Esperanza
(Carta de Benedicto XVI, SPE SALVI– párrafo 35)
Toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto. Lo es ante todo en el sentido de que así tratamos de llevar adelante nuestras esperanzas, más grandes o más pequeñas; solucionar este o aquel otro cometido importante para el porvenir de nuestra vida: colaborar con nuestro esfuerzo para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano, y se abrirán así también las puertas hacia el futuro. Pero el esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida y por el futuro de todos nos cansa o se convierte en fanatismo, si no está iluminado por la luz de aquella esperanza más grande que no puede ser destruida ni siquiera por frustraciones en lo pequeño ni por el fracaso en los acontecimientos de importancia histórica. Si no podemos esperar más de lo que es efectivamente posible en cada momento y de lo que podemos esperar que las autoridades políticas y económicas nos ofrezcan, nuestra vida se ve abocada muy pronto a quedarse sin esperanza… Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar.
Los frutos de la ternura
(La tendresse pour tout bagage _ P. Denis Ledogar)
Cuando me inclino sobre un enfermo para abrazarle, es Jesús que se acerca a él, este Cristo que ha sido conmovido en lo más profundo de si mismo viendo las terribles pruebas atravesadas por sus contemporáneos, este Cristo que ha pasado su tiempo a aliviar, a cuidar, a animar, a curar, sin por lo tanto, es verdad, suprimir los sufrimientos. Entonces, ¿Qué puedo hacer, yo, Dionisio, sacerdote, humilde brazo de Dios en la tierra? ¿Cómo queréis sembrar una parcela de divinidad si no empecéis a interesaros a la vida, al sufrimiento del otro? En todo lo que es humano, el Señor caligrafía su simiente divina, porque el “Reino de Dios consiste en unas relaciones humanas acertadas”.
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La pobreza y los pobres
(La joie de croire – Madeleine Delbrel note 1964)
Los pobres son no solo nuestros hermanos a amar, porque hermanos, como unos hermanos, sino “nuestros señores los pobres”, porque el pobre es Nuestro Señor. Es el sacramento del encuentro de Cristo, del amor dado a Cristo. – Palabra del juicio final – nada platónico –. Pues, cualquiera que sea la forma que toma la pobreza en nuestra vida, no podemos ser fieles al mismo Jesús, si los pobres no pueden entrar en nuestras condiciones de vida como en su casa, como Cristo está en su casa en ellos; si no son prioritarios (formas de prioridad múltiples pero siempre concretas).
PARA AYUDARNOS A COMPARTIR Y A MEDITAR
“SERVIR, ACTUAR, como lugar de aprendizaje y de ejercicio de la esperanza”
Eso nos devuelve enseguida a lo que hacemos por los enfermos que se nos confían.
¿Cómo hacemos estos recorridos de vida más humanos?
¿Cuál es el lugar de Dios en nuestra vida profesional?
¿A qué acciones me entrenan mi esperanza?
¿Cuándo conozco el fracaso, como reacciono?
¿En estas situaciones, me dirijo hacia Dios y por qué?
¿Creo que lo que hago, participa a la construcción del Reino de Dios?
Texto para ayudarnos a rezar
Si estás cansado y que el camino te parece largo,
Si te das cuenta que te has equivocado de camino,
No te dejes sumergir al filo de los días y del tiempo.
… Vuelves a empezar.
Si tu vida te parece demasiada pesada,
Si estás ocupado para demasiadas cosas y gentes,
No busques comprender el porqué…
… Vuelves a empezar.
Si has intentado amar y ser útil,
Si has conocido la pobreza y tus límites,
No dejes una tarea media hecha.
… Vuelves a empezar.
Porque, por tu caminar, tu silencio, tu amor y tus obras,
El árbol brota olvidando el invierno,
La rama florece sin preguntar por qué,
El paro hace su nido sin pensar al otoño
Porque la vida es amor, esperanza y comenzar.
“Si necesitan ese espíritu generoso (Sal 50,12), que ayuda a llevar con valentía las cruces más pesadas; de ese espíritu bueno… imploren la Sabiduría, pídanla incesante e insistentemente, sin titubeos (AC 45), diciendo, por ejemplo:
¡He aquí, una faceta de mi oficio!”
(San Luis María Grignion de Montfort – Carta a los amigos de la Cruz)
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