Otro año más, llega la Semana
Santa, y con ella, uno
de nuestros dulces más tradicionales: La Torrija. Los
que somos bien golosos,
solemos disfrutar mucho de
las mimas, de esa textura,
de ese sabor tan característico… y por mucho que
sean días de recogimiento,
e incluso ayuno, más de un
atracón nos solemos dar de
las mismas.
Pero, ¿os habéis parado
a pensar de dónde viene
este plato? ¡No os preocupéis,
que ya está aquí el lechuzo
del periódico para
sacaros de dudas!
La primera referencia a
algo similar, está en la obra
de Marco Gavio Apicio,
gastrónomo romano del S. I.
En un recetario que compiló,
menciona una rebanada
de pan sumergida en
leche, y se limita a llamar a
dicho plato "Aliter dulcia" (Plato dulce).
Este tipo de plato se extendió por la Europa medieval,
y en Francia fue
conocido como "Pain
perdu" (Pan perdido), y se
usaba para aprovechar el
pan duro de días anteriores.
En el S. XV, Martino
da Como escribió una receta
del mismo, el cual
era servido a menudo
junto a aves de caza y
otras carnes.
En el S. XIV, el cocinero
francés Guillaume Tirel lo
presenta bajo el nombre "Tostées dorées" (tostadas
doradas), y ya incluye él la
yema del huevo batido
antes de pasarlas por la
sartén y espolvorearlas con
azúcar; había nacido la "Tostada Francesa", prima
de nuestra protagonista.
La Torrija o Torreja ya
aparece documentada en
el S. XV, citada por Juan
del Encina, poeta, músico y
autor teatral del Prerrenacimiento
español: "Miel y
muchos huevos para hacer
torrejas"; plato el cual, era
indicado por aquel entonces
para la recuperación
de parturientas.
Las primeras recetas
aparecen en el Libro de Cozina de Domingo Hernández
de Maceras (1607).
Y de ahí, hasta la actualidad.
A comienzos del S.
XX, era muy habitual en las
tabernas de Madrid, y se
servía con vasos de vino.
¿Y en qué se diferencia
la Torrija de la Tostada
Francesa? Son diferencias
pequeñas, pero sutiles: en
sus versiones más básicas,
la torrija se empapa primero
en leche (o vino, dependiendo
de la casa),
luego en huevo batido, y de
ahí va a la sartén con abundante
aceite caliente.
En el caso de su prima
hermana, la leche y el
huevo batido están juntos,
se pasa el pan por esta
mezcla, y luego va a la
plancha con una pizca de
mantequilla.
En las versiones más elaboradas,
los ingredientes
adicionales también varían;
habiendo por ejemplo, ¡Vaya torrija!
moscatel en las torrijas, y
azafrán en las tostadas
francesas.
¿Y por qué se toman en
Semana Santa?
¡Eso digo yo! ¿Por qué?
A mí me encantaría tomarlas
todo el año, al igual
que me pasa con los helados,
los mazapanes, turrones,
Roscones de Reyes o
buñuelos y Huesos de
Santo. Pero, motivos de
salud aparte (tienen muchísimas
calorías, y con el verano
la "operación bikini" a
la vuelta de la esquina, no
es plan).
Vamos a ver por qué se
extendió su uso en esas
fechas:
Se dice que se debe tal
vez a la necesidad de aprovechar
el pan sobrante que, durante el tiempo en que no se podía comer carne
(Cuaresma, y la propia Semana
Santa) era menos
consumido por ello, aunque
las familias seguían elaborando
la misma cantidad.
También se cree que durante
la Cuaresma, tiempo
de ayuno, había que buscar
un alimento para llenar el
estómago sin ofender las
creencias. Algunas comunidades
religiosas, durante
los días de abstinencia,
aprovechaban el pan duro,
bañándolo en miel y leche.
Pues hasta aquí un poco
más de información sobre
este delicioso dulce.
Ahora, si me disculpáis,
voy a ir buscando el pan de
hace unos días, y a asegurarme
que tengo suficiente
leche, huevos y miel. |
Queridos herma-nos, nos
dirigi-mos a todos vo-sotros
para com-partir y reflexio-nar
un poco sobre la vida
de nuestra madre, María.
Como humana, ella compartió en su vida por la tierra
los sufri-mientos,
angus-tias, inquietu-des, temores,
etc. como cual-quiera
de noso-tros en
nuestro caminar por el
mundo.
Quisiera recordar a una
María llena de temores a
la hora del Nacimiento de
su hijo, que experimentó por primera vez en su vida
como cualquier madre primeriza.
Temores e inquietudes
como: ¿sabré cuidar
del pequeño? ¿Tendrá frio? ¿Por qué llora?
Estas y muchas preguntas
que nos hemos hecho
todos los que hemos sido
madres y padres primerizos.
María también tuvo que
salir de su país huyendo
para salvar a su hijo de la
muerte y convertirse en
una refugiada más en otro
país distinto. Lo que me
hace recordar cuántas personas
hoy en día salen de
sus países de origen.
Unos por causa de persecuciones
para salvar sus
vidas, otros para dar una
vida mejor a sus familias, y
tantas historias que habrá en cada persona que
viene a nuestro país o a
otros y que mirando a
María nos tiene que hacer
pensar en solidarizarnos
con ellos y ver en cada
persona a una María que
llega llena de temores y
angustias a un país extraño.
Pensemos que... en
cada emigrante está
María, y ayudemos, como
si fuese a la misma madre
de nuestro Señor.
Quiero recordar a una
María llena de angustia,
incertidumbre, temores,
cuando se marcha de Jerusalén
y se da cuenta de
que su hijo no está. ¡Uff ! ¡Cuántas madres y padres
hemos pasado por esa experiencia ¡Qué angustia
recorre nuestro corazón,
cuánto temor, desesperación
e impotencia pensando
infinidad de cosas
que les puede haber pasado
a nuestros hijos!
¡Cuánta responsabilidad!
Sobre todo de María
siendo la madre de nuestro
Señor.
Por último, quiero recordar
el momento más
amargo de su vida, el
dolor tan grande que sufre
una madre con la pérdida
de un hijo. ¿Cuántas madres
han pasado por ese
terrible sufrimiento de perder
a un hijo o una hija, e
incluso algunas a más de
uno?
No se puede explicar ese
dolor con palabras: deja
un vacío muy grande en el
corazón. María nuestra
madre también pasó por
ese terrible sufrimiento
viendo cómo mataban a su
hijo.
En este momento tan
duro de la vida por el que
pasan algunas personas,
quiero hacer una reflexión
por pura experiencia. No
como madre que pierde a
sus hijos, sino como hermano
que no pudo conocer
a sus dos hermanos.
Un día, cuando llegue el
momento de reunirme con
Dios, me reuniré con ellos
y disfrutaré con ellos, jugaré con ellos y los tendré siempre.
Por eso, prefiero recordar,
cuando pasan estas
cosas tan tristes, que María
las pasó primero y que mi
madre, ¡que también perdió a dos de sus hijos! se
acerca al corazón de María
en su sufrimiento para llenarse
de paz y compartir
con ella su pérdida.
Hay quien prefiere
echarle la culpa a Dios y
decide alejarse para siempre,
y me parece muy respetable...
y quien como mi
madre y otras madres se
acercan a María para
pasar juntas su sufrimiento.
María nos lleva un pasito
por delante en el camino.
Fijémonos en ella, caminemos
con ella y alcanzaremos
la paz deseada con
ella y con Jesús, para después
juntos en el Cielo disfrutar
de nuestros hijos y
familiares queridos por
siempre jamás.
Un beso y un abrazo en
María. |