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Cuando las cosas se tuercen

Luis Ángel

Lecciones de una charla con adolescentes

Pedro Pablo

Hoy quiero hablaros de esas veces en la vida en las que parece que todo se tuerce.
Y no me refiero a temas de gravedad, en los que es más normal que tengamos esa sensación y que nos resulte complicado cambiar la mirada hacia escenarios más agradables. Me refiero a pequeños y medianos problemas; esos que, de uno en uno, nos cuesta poco resolver, pero que tienen la malsana costumbre de intentar coincidir en el tiempo para que tengas que dividir tu energía a la hora de afrontarlos.

Alguna dolencia física o problema de salud leve propio, a la vez que tu hija se pone mala, se te estropea el coche o algún electrodoméstico; en el trabajo las cosas se tuercen también con algún tema que te afecta y no puedes dejarlo en la oficina, sino que lo arrastras hasta casa. Le sumamos alguna pequeña decepción o frustración, a la que en otras circunstancias no le prestarías demasiada atención, pero con la carga que llevas acumulada te acaba resultando un mundo.
Bajo estas condiciones, cualquier gota colma el vaso. Como digo, no son problemas graves; pero sí intentan ganarte el pulso por acumulación, y a veces tienes la tentación de dejarte ganar, de pensar que no puedes con todo y de meterte en una dinámica negativa en la que tu mente
no consigue ver más allá y se encierra.
En esos momentos necesitas romper ese muro que no te está dejando ver, porque se ha hecho demasiado alto y denso; mostrándote lo negativo, todo lo positivo queda detrás.
Y no es fácil hacerlo sólo.
Necesitamos de los seres queridos. Tu pareja, que es quien mejor te conoce y de hecho quien vive estos problemas contigo porque son comunes en su mayoría, y los que no son comunes se toman como tal por el simple hecho de amar a esa persona, todo lo que le preocupe a ella te ocupa a ti.
Es un papel fundamental, sostener al otro cuando parece flaquear, y dejarse sostener por el otro cuando eres tú quien flaqueas.
Recorrer la vida juntos es reír, disfrutar y pasarlo bien; pero también es parte fundamental saber sufrir juntos y aupar al otro para que consiga asomar la cabeza por encima de ese muro y vuelva a ver la luz, las cosas bonitas que tiene en la vida, que seguro que ganan por mayoría. Hacerle sentir al otro que, juntos, podéis con todo lo que os echen.

También está la familia, aquellos miembros más cercanos que también se preocupan por ti, están pendientes y tratan de aportar su granito de arena para que te sientas acompañado, protegido y un poco menos aplastado. También te dan la oportunidad de servirles a ellos de sustento, porque en esto de la vida todo es recíproco, y lo que necesitas recibir hoy, otro lo va a necesitar de tu parte mañana.
Y el círculo de amistades, las más cercanas, aquellas con las que más confianza tienes, de forma que les dejas entrar en tu intimidad y conocer esas piedras que te están lloviendo y no sabes cómo esquivar. Su visión periférica es fundamental para guiarte y aconsejarte, siempre tratando de aportar luz. Sin olvidar la reciprocidad.
La suerte de los cristianos es que nos sentimos siempre acompañados por Alguien, a quien vemos actuar a través de las personas nombradas en los párrafos anteriores; Alguien que ve en lo más profundo de nosotros y siempre tiene una palabra adecuada, un consejo fundamental o simplemente una actitud de escucha que nos ayuda a sacar lo negativo y refundar la mirada.
Que nunca dejemos de ser conscientes de que Él siempre está.

Hablaba el otro día de forma distendida con algunas de mis alumnas de 12 años. Todas muy buenas chicas.
Intentaba averiguar de forma indirecta por qué me habían llegado noticias de que se estaban volviendo un poco "brujas" con algunas de sus amigas.
Fue una conversación graciosa y entre risas, con muchas bromas. Pero aquí os dejo algunas de las espeluznantes "perlas" que escuché durante aquella charla:

"¡Cómo vas a ir con una persona que solo tiene 25 seguidores! Eso es que esa persona es lo peor."
"Tener más seguidores significa que eres mejor y molas más."
"Esa chica
(dirigiéndose a una alumna de notas horribles, muy conflictiva e irrespetuosa, lo contrario de lo que son ahora estas alumnas) mola muchísimo, porque tiene más de 1000 seguidores y la conocen en todas partes."
Te invito a que las releas y pienses unos segundos el significado y las implicaciones de esas afirmaciones. Las decían absolutamente convencidas, sin ninguna conciencia de que lo que contaban dibuja un mundo atroz, extremadamente falso y superficial.
Cuando vemos algo así corremos el riesgo de pensar que esto es todo nuevo, y que no estamos preparados para abordarlo. Pero no es así, este es el mismo problema al que se han enfrentado gran cantidad de jóvenes (pero muy especialmente las chicas) desde siempre: la falta de autoestima y la inseguridad. El no quererse ellos mismos lo suficiente y necesitar que ese cariño venga desde fuera. El no sentirse bien hasta que otros les dicen que merecen la
pena.

Nada de eso ha cambiado, solo la forma en que se expresa. Antes podía verse más en la necesidad de seguir unas modas, pertenecer a un grupo, o hacer ciertas cosas. Ahora se expresa también en la necesidad de "likes" y "followers". Por supuesto, esto requiere algunos conocimientos para poder controlar los móviles que usan nuestros hijos y lo que hacen en las redes sociales, pero la principal forma de evitar todo esto es la misma prevención de siempre: construir una sólida autoestima; trabajar cada día para que los jóvenes cultiven sus múltiples cualidades y se reconozcan en ellas. Que sepan que merecen la pena por lo que son ellos mismos, y no por lo que parecen que son. Que solo les importe la opinión de aquellos que más les quieren: aquellos que les quieren sin condiciones, con todos sus defectos.

Y algo fundamental para que puedan construir esa autoestima es no medirles por las notas.
Lo hacemos muchísimo, casi siempre sin darnos cuenta, y a ellos les llega el mensaje de que un niño que merece la pena es aquel que saca buenas notas. Cualquier persona tiene muchísimas cualidades por las que sentirse orgulloso, pero solo unos pocos pueden sacar esas buenas notas que todos deseamos. Así que, sin quererlo, al medir su valía por las notas estamos arrojando a la mayoría a ese océano de superficialidad que son las redes sociales para mendigar un poco de autoestima en forma de "seguidores" y "me gusta".