"Si uno lee cualquier artículo sobre educación
hay algo que se repite como el ajo: hay que
educar en positivo. Mantener la sonrisa, fijarse
en las cosas buenas, no hacer caso de las
malas…
No nos engañemos. Eso de educar en positivo es una
chorrada. No hay nada que resulte más ridículo que
estar hablando siempre al revés. Y no estoy exagerando,
aquí van algunos ejemplos típicos con sus retorcidas
recomendaciones:
- No le digas a un niño que se ha portado mal durante
todo el día. Mejor dile que hoy ha hecho menos cosas
buenas y que a ver si mañana consigue hacer más.
- No regañes a tu hijo por tirar la leche mientras hacía
el cafre. Aprovecha para animarle a recogerla solo y
felicítale si lo hace.
- Si entras al cuarto de tu hija y está hecho una leonera,
no te alteres. Fíjate en aquello que sí tenga bien colocado
y dile lo mucho que te gusta esa parte del cuarto.
Pero, ¡¿esto qué es?! ¿Nos estamos volviendo locos? ¿De verdad hay que ser tan cursi, blando y retorcido? ¿Es
que ya no se puede llamar a las cosas por su nombre? ¿Ya
no se puede decir ni dar a los niños lo que se merecen?
Y la verdad es que sí, que todavía se puede dar a los
niños lo que se merecen. Se les puede regañar, gritar y
decir todo lo que hacen mal. Y de momento nadie nos
obliga a ser ridículos ni hablar de forma rara. Aún tenemos
todo nuestro derecho de hablar como queramos, y de
quedarnos bien a gusto haciéndolo.
El problema, el único problema de esa ridícula educación
positiva, es que funciona. Si no lo hiciera, buena gana de
no torcer el gesto ante una trastada, o de tragarse esa bronca que se han ganado a pulso. Pero es que resulta
que mucho, muchísimo mejor que decirle a un niño lo que
se merece es decirle lo que necesita. Ese es precisamente
el gran aporte de la educación en positivo: hacernos ver
que, para mejorar, los niños necesitan saber qué es lo que
hacen bien, para repetirlo más a menudo. Qué es lo que
queremos que hagan, y no tanto lo que no nos gusta.

Y es que, en el fondo, los niños son una copia de nosotros
mismos, con los mismos o más defectos pero muchísimo
más impulsivos. Y bastante tienen en luchar contra ellos
como para que se los vayamos recordando a cada paso. ¿O es que acaso hay alguien que disfrute cuando le hacen
una lista pormenorizada de todos sus defectos y errores, o
que se sienta fatal cuando su jefe le felicita por su trabajo?
Pues eso, que si nos toca educar habrá que elegir entre
decir unas cuantas verdades, quedarse bien a gusto y no
conseguir casi nada, o hablar raro, sentirse ridículo y tener
mucho éxito con tus hijos. Tú elijes.
(Y, si te sirve de consuelo, después de algún tiempo
hablando raro te acostumbras) |
SHemos recibido varios mensajes como este en el correo
de la parroquia:
"Buenas tardes. Vivimos fuera de Torrejón y nos gustaría
saber si podríamos bautizar a nuestro hijo en esta parroquia.
En caso de que podamos, me gustaría saber qué papeles
son necesarios y el coste que tendría el bautizo. Muchas
gracias por la atención recibida"
De la respuesta, sólo os transcribo la parte que toca a lo
económico:
"Querida María:
…Respecto al dinero, para
nosotros lo importante es el bautismo. Si la familia
puede aportar, aporta y si
no puede, no aporta. Lo que
aconsejamos, si no estáis en
paro o no tenéis una situación
económica mala, y podéis
colaborar, es que las familias,
mejor que hacer un donativo
por el bautismo, hagáis una
suscripción a la parroquia de
cinco o diez euros mensuales.
Queremos así cambiar el
concepto que hay de "pagar" por servicios recibidos, al de sostener entre todos la
parroquia y posibilitar que, con muchos pocos, podamos
disfrutar de los medios necesarios para celebrar nuestra
fe y ayudar a muchas personas que lo necesitan.
Que el Señor os siga bendiciendo. Ángel"

Gracias a Dios, este cambio de mentalidad se va dando en
nuestra parroquia. La necesidad de afrontar los costes de
la obra ha ayudado mucho a esto.
No obstante hemos de seguir en esta línea de cambiar el
concepto de pagar por el de sostener. Es verdad que en
muchas parroquias piden un dinero por la celebración de
los sacramentos y esto no ayuda a dicha transformación.
También es verdad que, cuando se dejan las aportaciones
a la voluntad, dicha voluntad es poca o nula. Contrastando,
por otro lado, con el despilfarro que hay, sobre todo, en
bodas y comuniones. También es verdad que lo que no se
paga no se valora.
Pero nosotros optamos por un cambio de mentalidad.
Necesitamos ser familia y sostener nuestra iglesia.
Queremos que esté sencilla pero bonita; que esté abierta
y acoja a todo el que pase. Queremos sentirnos con
un confort cuando estamos en ella. Queremos atender
a los enfermos, dar catequesis y, dentro de nuestras
posibilidades, atender las necesidades materiales de
nuestros hermanos. Queremos
celebrar los sacramentos de
forma digna; tener un lugar de
encuentro donde rezar y poner
en manos de Dios a los que
nacen y a los que se mueren.
Queremos tener un lugar de
referencia y consuelo donde
poder acudir a beber el agua
de la esperanza que refresca
la sequedad del corazón y nos
alienta para seguir en la lucha
del día a día…
Y esto lo hacemos posible entre
todos, con nuestra aportación
cotidiana. No "pagando", sino
construyendo el hogar de todos. No quiero pararme en las ventajas de desgravación de la que cada aportación se
beneficia. Lo económico es necesario. Pero me importa
más ese concepto de familia donde la aportación de cada
uno está al servicio de todos. Salimos así del concepto de "pagar lo que me llevo", más individualista. Pasamos a una
visión de bien común y fraternidad en la que me satisfago
en la realización de mi derecho a sostener y cuidar lo que
es de todos.
¡Sigamos dando pasos por este camino! Contagiemos
la alegría de sentirnos responsables y protagonistas de
esta tarea preciosa de cuidar esa casa de todos. Poniendo
la X en la declaración de la renta, a través de donativos
puntuales, con nuestras suscripciones y también, ¿por qué no? haciendo heredera a la parroquia, lo hacemos posible. |